Paganismo
Miércoles, 30 de
noviembre de 2016
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Paganismo
¿Qué significa ser pagano?
Definición
El término pagano
proviene del latín pagānus, que
significa “aldeano”. Se trata de un
adjetivo utilizado para hacer referencia a los politeístas y los idólatras, y a todo infiel que no fue bautizado como cristiano.
El concepto comenzó a ser utilizado por los cristianos del siglo IV parar nombrar a aquellos que
rechazaban al monoteísmo y a las Sagradas Escrituras. Por el contrario, los
paganos solían creer en más de un dios y realizaban rituales y prácticas de
veneración que eran rechazadas por cristianos y judíos al ser consideradas como
idolatrías (la adoración de una imagen).
A la hora de hablar de paganismo es importante que sepamos
que existen una serie de conceptos que están estrechamente unidos a aquel. Este
sería el caso del politeísmo, del panteísmo y del animismo.
El politeísmo es
la doctrina religiosa que cree en varios
dioses.
El panteísmo es
la que se sustenta en el hecho de que Dios (Yahvé)
es todo.
Y finalmente está el animismo
que parte del hecho de que los espíritus
forman parte de los objetos, ya sean de tipo animado o inanimado.
Se cree que la palabra pagano empezó a utilizarse en el
ámbito religioso en relación a las prácticas de adoración de los dioses que se
mantenían en la vida rural cuando las ciudades ya se habían volcado al
cristianismo.
Algunos rituales paganos se conservan en la actualidad, ya sea
combinados con creencias cristianas o a través de la defensa y la
revalorización de otras culturas. El Día de los Muertos en México es uno de
estos ejemplos. Cabe destacar que, en cierto punto, todos los rituales del
cristianismo se basan en algún rito pagano o criollo, ya que se instauraron en
momentos donde se intentaba convertir a los paganos, y por lo tanto, se
mantuvieron con modificaciones en sus prácticas. Incluso hasta la Navidad se
fijó en el calendario según un rito pagano (la adoración al sol y festejar el
cumple años de un cesar de roma y el posterior de un vicario).
De la misma forma, no podemos pasar por alto el hecho de que
en los últimos tiempos ha surgido el término neopaganismo. Se trata de un vocablo con el que viene a definirse a
todo el grupo de movimientos espirituales que tienen como base las religiones
existentes que se definen por ser de tipo politeísta.
En concreto, podemos exponer que aquel se estructura o
divide en cuatro campos claramente delimitados: el reconstruccionismo pagano, la
brujería tradicional, los
sincretismos y la Wicca.
De esta última podemos establecer que es una religión
neopagana surgida en Inglaterra en los primeros compases del siglo XX que se sustenta
en la figura del hechicero y que tiene entre sus símbolos más importantes al pentáculo.
El diccionario de la Real
Academia Española (RAE) reconoce otro uso del término pagano: el adjetivo
también puede aplicarse a la persona que
paga, generalmente por culpa de un abuso, las culpas o las cuentas ajenas. “(los paganos fueron los presentes, por lo que;
“Pagan justos por pecadores”.)” Así como a los que con Sacrificios y
Ofrendas Pagan a dioses y a sacerdotes e
iniciados por favores.
Todo ello sin olvidar que, en la comunidad autónoma española
de Asturias, el término pagano se utiliza con otro significado. En concreto, en
dicha tierra se hace referencia a este concepto para referirse al castaño silvestre, es decir, ejerce
como sinónimo de la palabra regoldo.
Origen del Término
Pagano
Evolución de un vocablo que identifica a nuestras creencias.
La historia de un término controversial y menospreciado, que ha llegado a ser
el orgullo y el emblema de los que pertenecemos a dicha religión.
A lo largo de la historia, se ha hecho uso y abuso del
término pagano. Su etimología original, es alusiva a lo rural, al campo.
“Pagano“, proviene del vocablo latino pagus = “aldea”, “población campesina”
-como el actual: “pago”, en español e italiano (“pueblo” o “aldea”). Los
antiguos romanos -de creencias politeístas, llamaban a la gente rústica, que no
vivía en sus ciudades: “paganus”, prácticamente sinónimo de “campesino”,
“habitante del campo”; “rústico” o “no urbanizado”.
Al ser Roma, un imperio que surgió a partir de una única
ciudad estado, sus ciudadanos tenían en poca estima a quienes, aun siendo sus
compatriotas, vivían en las zonas no urbanas, rurales o apartadas. Tal es así,
que el término en cuestión, además de ser alusivo a una clase social, constituía
-como en gran medida ocurre en la actualidad- una adjetivación calificativa y
despectiva. (El hombre sofisticado de la ciudad, rara vez ve como igual al
obrero, labrador o campesino y mucho menos al a su propio servicio domestico).
Por otro lado, el historiador romano Cornelio Tácito y el poeta Décimo
Juvenal, quienes vivieron entre finales del siglo I y comienzos del II
d.C., dejaron registro de que, los ciudadanos romanos, en particular los
miembros de la milicia, llamaban “paganus” a aquellos que no habían tomado el
juramento de servicio en el ejército (el “sacramentum”).
Haciendo esto, con un sentido despectivo, tanto por la diferenciación respecto
de los militares (una clase muy valorada en la República y el Imperio Romano),
como por la idea de que pertenecían a regiones salvajes, sin (o con menor grado de) “civilización”.
Por lógica, las costumbres, creencias y rutinas de los
“paganus” eran un tanto diferentes de los residentes de la ciudad. La gente de
las zonas rurales, no se ceñía a las estructuras religiosas y teológicas
definidas por la clase sacerdotal y el poder central. Entre ellos, abundaba el
folclore local, así como cultos y creencias pre-romanas. De ahí que, la palabra
siempre tuvo cierta connotación o implicancia religiosa.
Ya en tiempos de Julio
César u Octavio Augusto, había
implícito un sentido religioso al usar la palabra “pagano” (se aludía a quienes practicaban las
creencias de los campesinos y pueblos pre-romanos).
Los romanos, pese a la férrea dominación política y social
que mantenían sobre la plebe y las
naciones conquistadas, eran extremadamente tolerantes respecto de la libertad
de culto. Dentro de las ciudades del Imperio, en especial de la misma Roma, el
único acto de culto obligatorio era el “sacrificar”
a los dioses protectores del Estado -sin importar la propia creencia.
Esta práctica, además de denotar piedad religiosa y
subordinación a las tradiciones nacionales, tenía la utilidad adicional de
tributar impuestos, ya que había que comprarle
a los sacerdotes -es decir, a una rama del “Estado”, él o los animales para
la ofrenda. Quienes no podían o querían llevar a cabo el rito en forma directa,
encargaban el acto al clero.
Esta práctica, que desde el siglo I d.C. también implicaba
sacrificar en honor del emperador, como una forma de culto a su figura -la “apothéosis”-, no era llevada a cabo al
pie de la letra por los campesinos. Esto era así, por lo inviable que resultaba
el control y ejercicio del culto cuando el lugar no se encontraba urbanizado. A
lo anterior, se sumaba el sincretismo,
producto de las provincias y las regiones bárbaras, el cual se abría paso, ya
sea por influjo de las guerras o del comercio. Esto generaba la progresiva
diferenciación entre el panteón oficial -urbano- de dioses y el de los cultos
populares -tanto de las zonas rurales originales como de las provincias
anexadas al Imperio.
A partir del siglo II, según dejó constancia el escritor
cristiano Tertuliano, algunos
seguidores de dicha fe, tomaron prestada la palabra “sacramentum” para sus propios fines. Como se dijo, la misma era la
denominación del juramento que los ciudadanos romanos llevaban a cabo al
ingresar a la milicia, y ya que los cristianos se veían a sí mismos como “soldados de Cristo” (como la belicosa hermandad de los “parabolanos” o “Παράβολοι – Paráboloi”),
convirtieron el término en sinónimo de los principales ritos de iniciación de
su religión (sacramentos de Fe, bautismo,
Comunión, eucaristía, ordenación, etc…). Así mismo, adquirieron la
costumbre de llamar “paganus” a los que no habían cumplido con tales “sacramentos” (particularmente, el del bautismo). Esto marcó el comienzo del uso
de la palabra “pagano” para segregar al no-cristiano.
Con la conversión del
emperador Constantino I al Cristianismo (313 d.C.) y la adopción de esta fe
como religión de Estado (con el “Edicto
de Tesalónica“ o “Cunctos Populos”
de Teodosio I, en 380 d.C.), el término “pagano” tomó en forma automática
una significación religiosa. En primera instancia, porque el cambio “oficial” de un culto por otro, no
implicó que nadie se convirtiera en forma inmediata. Pasaron siglos entre ese
hecho y la cristianización total del pueblo, no sin persecuciones y represiones
mediante toda clase de violaciones…
(Sin salirnos del tema
principal, cabe señalar que aquí, queda bien definido el por qué se dice que,
todo cristiano es un súbdito del Imperio de Roma, y su actual emperador y cesar
es el obispo elegido como Papa.)
Juan Crisóstomo,
patriarca de Constantinopla, afirmo en un sermón del año 385 d.C., en Antioquía
(del cual se conserva registro), que
los cristianos eran sólo el 20% de la población total de la ciudad. Siendo que
ésta era un bastión del cristianismo, deja a las claras que el Paganismo
todavía era popular en los finales del siglo IV y comienzos del V. Es de
suponer, que en aquellos tiempos de transición, el odio y desprecio de los
cristianos hacia quienes rendían culto a signos diferentes al de la cruz, iba en
crecimiento, manifestándose de diversas formas, pero principalmente mediante la
adjetivación. (Lo mismo está ocurriendo
con el Islam, donde el número de adeptos se encuentra peligrosamente en
crecimiento.)
En la medida que la iglesia romana adquirió poder, comenzó a
utilizar la palabra -de nuevo despectivamente- como designación para los
no-cristianos, generalmente de las zonas rurales o alejadas -como referencia a
los “campesinos” que resistían el avance de la cristiandad, donde no era tan
fácil someter a todos para que rindieran culto a un único dios. Luego, los
reinos cristianos de Europa hicieron lo propio con los habitantes de las zonas
periféricas de sus territorios, que siguieron practicando sus creencias
ancestrales mucho después que sus monarcas abandonaran a los antiguos dioses. (En el Corán, el término es Infiel.)
Con el correr de los siglos, “pagano” se convirtió en
sinónimo de lo no-cristiano -en especial dentro del léxico eclesiástico, de lo
que no se ceñía a esa religión. Pero cabe aclarar que, desde tiempos muy
antiguos, se usó el término “hereje”
para las facciones cristianas no ortodoxas o en discordancia con la doctrina
oficial, separando así a los “indeseables”
internos de los externos.
Está claro que la palabra “pagano”, jamás se usó extensivamente
para designar a las religiones que creían en un solo dios –monoteístas-. Los
romanos pre-cristianos la usaban para designar al campesinado, que desde luego
era politeísta y los romanos cristianos llamaban “paganos” a los no-conversos…
Si bien el término no aludía, en su forma original, a una tendencia o clase de
religión, a la postre sí se convirtió en denominativa de un tipo específico.
De todas formas, se debe aclarar que muchos textos
medievales y del Renacimiento, a veces usan el vocablo “pagano” para aludir a los musulmanes. Si ello se
toma a la ligera, parecería que “pagano” no equivale a lo ancestral y
politeísta. Sin embargo, el aludir a los musulmanes como “paganos” es tardío y
relativo a una forma de expresión inculta y popular. El uso del término para
con los pueblos islámicos y escasamente hacia los judíos, no constituía otra
cosa que una injuria, entre las muchas usadas por los cristianos.
Tal uso marginal de la palabra, era similar a como, todavía
hoy, algunas personas incultas o no versadas en algún tema dicen: “háblame en cristiano” o “… como cualquier hijo de cristiano…”.
Porque, aunque resulte increíble, no hace tanto tiempo que la gente
“cristiana”, creía que aquellos, por designio o elección profesaban otras
creencias, eran “menos humanos” que ellos mismos.
Por lo general, en
los textos eruditos de la Iglesia, se encontrará que el término adecuado para
denominar a los partidarios del Islam, era el de infieles -que irónicamente es
el mismo que usan los musulmanes para con los cristianos…
También, hay que aclarar, que a lo largo de la historia del
Cristianismo, el término “pagano” fue utilizado en algunas ocasiones, para
aludir a opositores que, siento también cristianos, mantenían algún elemento
ancestral en sus ritos, símbolos o doctrina. Esto se dio en tiempos de la lucha
entre iconoclastas y iconodulas (objetores
del culto a las imágenes e íconos y partidarios de los mismos, respectivamente)
en el siglo VIII en Bizancio. También, durante la Reforma Protestante, en el
siglo XVI, sus líderes afirmaban que el culto a la Virgen María y a los santos
era “pagano”, y otros casos parecidos.
De todos modos, siempre se ha tratado de una estrategia
propagandística y siempre se utilizó el término como un insulto. Alguien se
podrá preguntar: ¿Qué tiene de reivindicatorio tal cosa? Bien, es que
justamente esa alusión a “lo pagano” de tales tendencias o tradiciones, más
allá de que se usara de modo descalificatorio, aludía al remanente ancestral
que existía en las mismas: Culto a las imágenes (“idolatría”), influencias de antiguas doctrinas, politeísmo
velado, entre otras cosas. Entonces, aún en estos casos, seguía siendo una
forma asertiva de referirse a lo no cristiano.
Es importante destacar que, ya fuera como un insulto hacia
los musulmanes o herejes; ya fuera un adjetivo para resaltar la antinomia entre
iconoclastas e iconodulas de Constantinopla; entre protestantes y católicos o
bien para aludir realmente a quienes eran ajenos al símbolo de la cruz, desde
Constantino hasta nuestros días, “pagano” tiene el inequívoco, profundo y
evidente sentido de no-cristiano.
Ahora bien, en los tiempos modernos, la mayoría de las
personas que usan la palabra “pagano” o “Paganismo“ para aludir a sus
creencias, no lo hacen sólo porque sea una manera correcta de referirse a las
religiones ancestrales y politeístas. También, se la utiliza con orgullo, como
homenaje a las antiguas tradiciones, que no se extinguieron pese a las
masacres, la sangre y el fuego de la historia cristiana e islámica.
Sin duda, la mayoría que se auto-define como “pagano”, está
trazando una línea, indicando todo lo que está dentro de su forma de pensar y
todo lo que queda fuera. Esto representa una forma de recordar y de
reconciliarse con los propios ancestros, que ya sean de Europa, África o
América Precolombina, crearon la cultura y la civilización bajo signos y
devociones diferentes a las de Cristo y su “cruz”.
Por todo esto, no cuadra hablar de “paganos monoteístas”,
porque el monoteísmo ha sido detentado desde siempre por las religiones que han
hecho de la aniquilación y destrucción de los cultos ancestrales, una rutina y
un “deber sagrado”. Existe una profunda y casi instintiva brecha entre lo
pagano y lo cristiano o musulmán, entre la pluralidad de dioses y el culto
unívoco de la Biblia y el Corán.
Puede decirse que en la historia de las religiones paganas
han existido “episodios” de monoteísmo –Akhenatón,
Heliogábalo, etc…, pero jamás se sostuvieron o se generó una religión
duradera con la premisa de un solo y único dios “verdadero” fuera del tronco de
la tradición bíblica –Judaísmo, Cristianismo e Islam. Por otra parte, estos
episodios, siempre estuvieron enmarcados en el interés de un particular líder o
grupo elitista, sin antecedentes populares en lo que al culto respecta.
Para entender la evolución del término y lo que hoy en día
significa, debe recordarse que toda palabra tiene una etimología, pero su
semántica no siempre permanece correlacionada con la misma. A través del
tiempo, la una puede divorciarse de la otra. Esto es particularmente cierto,
cuando se trata de denominaciones de sistemas de creencias -religiones,
filosofías o tradiciones ocultistas, pues estos también son dinámicos, no
inmutables.
Además es preciso recordar, que casi ninguna religión, tomó
para sí, desde sus comienzos, los nombres que hoy se utilizan para
denominarlas. En la mayoría de los casos, estar resultan ser imposturas
tardías. En los comienzos del Cristianismo, por ejemplo, no se denominaba como
“cristianos” a los seguidores de Jesús. Sólo luego de varias décadas y de la
migración de estos a tierras foráneas respecto del origen de su fe, los griegos
y romanos -paganos- comenzaron a referirse a ellos con ese apelativo, en razón
de que la palabra griega equivalente a la hebrea “Mesiaj” (Mesías) era “Christos”.
Algunas etnias que todavía conservan su legado ancestral, no
gustan de ser denominadas “paganas”. Esto es, porque recogen más el sentido
despectivo, de agravio, que los misioneros cristianos siempre utilizaron para
con ellos, que la honrosa alusión a “lo ancestral”, a la creencia natural y
primordial. Es derecho de cada quien, abordar o rechazar cualquier
terminología.
Sin embargo, quienes somos paganos por opción, no por
nacimiento, vemos en ellos a nuestros hermanos. Además, solemos llamarlos
“paganos” porque, técnicamente, sus creencias están comprendidas en la misma
categoría que las nuestras. Esto es así, porque “Paganismo” devino en una
suerte de término antropológico, que correctamente refiere a todas las
religiones basadas en la Tierra, de tipo no-revelado y de corte politeísta,
inclusivas y con deidades inmanentes. Esto, más allá de que existan quienes
quieran usar tal denominación y quiénes no.
Dado que el Paganismo es más un tipo de religión, que una
creencia específica, resulta natural que, en rigor, su poder definitorio sea
más por contraste y exclusión, que por pautar específica e irrevocablemente una
lista de tradiciones o compendio de creencias. Como fueron los cristianos
quienes definieron con precisión que todo lo no bíblico es pagano, pues que
¡así sea! Paganos somos y usaremos ese término con orgullo, aludiendo con ello
a lo que no-somos tanto o más que a lo que somos, sentimos y creemos. Es
función de la terminología específica, relativa a cada tradición particular, el
definir esto último.
¿Qué significa ser
pagano como religioso?
Aclarada la terminología popular diremos que el Paganismo es un tipo de religión, no una religión en sí. El mismo término
es controversial. Aquí se exponen los puntos fundamentales de nuestras
creencias y los elementos que unifican a todas las tradiciones en un colectivo
único.
A través de los años, conforme el Paganismo comenzó a
resurgir y a constituirse en un colectivo religioso separado de las tendencias
hegemónicas, se han dado múltiples definiciones sobre el concepto.
Algunos, apelando a la antropología y/o a la historia de las
religiones, ven que en realidad no existe el “Paganismo“ como creencia,
filosofía o confesión.
Desde ese punto de vista académico, esto es rigurosamente cierto;
como se ha dicho en numerosas ocasiones, no hay otra forma exacta de definir el
paganismo que no sea por exclusión.
Pero, “¿exclusión de qué?”, preguntarán los que no conocen
demasiado del tema: Pues, del judeo-cristianismo (y del Islam), básicamente del
monoteísmo monárquico que plantean las auto-denominadas “religiones reveladas”
(también llamadas “abrahámicas”),
así como de la New-Age, que no es otra cosa que la versión reciclada,
edulcorada, light y trivial de dichas creencias.
Parecerá “intolerante” o sectario el excluirnos o excluir.
Pero, tal acto, no es más que una categorización que se ajusta perfectamente a
los hechos y las ideas, ¿por qué entonces habría de tener algo de malo?
“Discriminar” es
malo, sólo cuando se hace de manera calificativa, cuando se pretende que “lo
uno” es mejor que “lo otro”, o bien que “tal cosa” es válida y “tal otra”, no
lo es (en especial, si esto se hace sin ser acompañado con argumentos
racionales). Sin embargo, la discriminación con el propósito de definir, de
establecer grupos, conjuntos, categorías o colectivos, es sólo un ejercicio de
la lógica.
Así mismo, muchos llevan a cabo precisiones -todas correctas
y de suma importancia para la cuestión- sobre que, al ser pagano es un término
latino, aplicado por los cristianos a la gente de las zonas rurales, donde
costó más erradicar las antiguas creencias, tiene poco sentido aplicarlo a las
tradiciones de otros continentes, que no sean el europeo y/o los territorios dominados
por la Antigua Roma.
También tiene poco sentido aplicar el termino diáspora
pagana a la gente que practica este u otra religión fuera del su lugar de
origen, pues dicho termino solo es aplicable al pueblo Judío, por su condición
histórica.
En lo previo a esto último, habría que hacer una salvedad:
Tal consideración, sólo es importante si se pretende ser fiel a la etimología
de la palabra…Pagano. De nuevo en la antropología y el estudio de las
religiones, se suelen utilizar términos originarios de una cultura particular,
como herramienta para definir categorías o tipos de sistemas de creencias.
Así tenemos que “shamanismo”,
que es un término inventado por los antropólogos, deriva de un vocablo de la
lengua tungusa, hablada por los aborígenes del Este de Siberia (xâma = “el -o
la- que sabe”, de la raíz sha-, o sea: “saber”), se usa para definir cualquier
creencia del mismo estilo (visionaria, que utilice plantas alucinógenas o
rituales que propicien los estados alterados de consciencia). Por otra parte,
Tabú, es un concepto universalmente utilizado para aludir a prácticas
estrictamente prohibidas (en una sociedad, colectivo o tribu), es una palabra
derivada de la hawaiana/taitiana tapú, extendida a partir de la conquista
europea de dichas islas. Mientras que tótem, es un tipo de escultura del pueblo
ojibwa, el cual es una cultura aborigen originaria de la zona de los Grandes
Lagos, en la frontera entre USA y Canadá, que no obstante hacer referencia a un
tipo de culto particular de la zona, fue tomada por la antropología para
definir un tipo general de religión: La enmarcada en el culto a las raíces de
la tribu y los elementos ancestrales de la misma.
Estos son sólo tres ejemplos de cómo una palabra adquiere,
con el tiempo, un significado que abarca y se vuelve universal, que el signado
en su etimología o lengua de origen. Las palabras, son parte del lenguaje y el
lenguaje evoluciona, como toda otra manifestación de la cultura humana.
Muchos pensamos hoy, que el término “pagano“, es
antropológicamente correcto, para definir un tipo de religión, un conjunto de
creencias ancestrales y de grupos modernos que tratan de rescatarlas y/o
redescubrirlas. Esto es así, incluso cuando algunos seguidores o practicantes
de estas corrientes (o tradiciones ancestrales), no concuerden con el uso de
dicha palabra.
Más allá de la terminología, cualquiera de las múltiples
formas de religión a que solemos denominar “paganas”, pueden reconciliarse
entre sí, porque sus lineamientos generales son compatibles.
A continuación, se enumerarán los principales puntos en
común de entre (virtualmente) todas las tradiciones y vertientes del Paganismo…
Concepciones
universales dentro del Paganismo:
1. Politeísmo: Es
la primer noción que llega a la mente al pensar en una religión, filosofía y/o
sistema de creencias; pagano es la pluralidad de dioses… Una concepción
multifacética del Cosmos, donde cada principio o fuerza está animada y posee
características divinas. Una infinito concierto de fuerzas primales, de
energías y potencias; fluyendo y refluyendo, interactuando entre sí.
Todas las “religiones paganas”, ya sean tradicionalistas,
reconstruccionistas, evolucionistas o neo-paganas, son politeístas.
Por politeísmo, hay que entender desde un nivel de
multiplicidad divina indeterminada (cuasi-infinito), como ocurre en el Kemetismo, el Hinduismo védico o algunas tradiciones animistas, hasta la síntesis
dualista que hace la Wicca moderna
(Dios ~ Diosa). Debe quedar claro, que la adoración a más de un dios único y
excluyente, es eso: POLITEÍSMO.
Algunas escuelas de creencias neopaganas como la Wicca, han
sintetizado o “resumido” a los diversos aspectos o manifestaciones de los
dioses masculinos, en la genérica figura de El Dios (por lo general, con
atributos solares y sin un nombre específico o, en otros casos, vinculado con
dioses astados como Kernnunos
-celta- o Pan -griego-) y a todas
las formas y concepciones divinas femeninas, en La Diosa (en general, el Culto Lunar y de la Madre Tierra). En este contexto, el
politeísmo se reduce a una dualidad, pero jamás pasa a ser “monoteísmo”, porque
tal dualidad es irreductible. Sin la creencia en la dualidad de géneros
divinos, el Paganismo no puede existir. No se puede adorar a la Naturaleza y
pensar en ella como una entidad “asexuada” (porque lo asexuado es infértil).
Es importante tener presente, que dicho dualismo no es el
origen de donde surgen la multiplicidad de deidades masculinas y femeninas,
sino su síntesis (es una falsa creencia, la idea de que alguna vez existió un
culto global de una Gran Diosa Madre
Prehistórica, sólo existieron enésimas manifestaciones del mismo,
generalmente desconectadas entre sí -vale decir, muchas diosas diferentes).
En una correcta
visión de la Wicca, todos los dioses, se representan a través de El Dios y
todas las diosas, a través de La Diosa. Esto se hace, como una manera de
simplificar el culto y de sortear la necesidad de un profundo conocimiento de
los atributos teológicos y mitológicos de las divinidades ancestrales, para
poder abordarlas, de cara a una visión actual y operativa de la religión. No
porque tal “resumen”, en sí mismo, sea más avanzado o evolucionado que la
multiplicidad original.
Toda idea peregrina, sobre que “por encima” o “detrás” de esta pareja divina (o de los dioses en
general), existe un “Gran Espíritu”, un “Absoluto”, un ser trascendente y
ulterior, no es un concepto pagano, sino (en el mejor de los casos) una
lucubración filosófica tardía, como ciertos conceptos neoplatónicos, o (en el
peor) una fantasía del new-age o
bien una extrapolación tomada desde el sistema de creencias judeo-cristiano.
A lo largo de la historia han existido “episodios”
monoteístas dentro del paganismo (Akhenatón,
Heliogábalo, etc…), pero en general,
el concepto de “un solo y único dios” es privativo del tronco ideológico
abrahámico bíblico y de sus tres religiones derivadas: Judaísmo, Cristianismo e
Islam. Es por el propio peso de esta noción, que quedan fuera del colectivo
pagano las tres religiones antes mencionadas, sin posibilidad alguna de mixtura
o sincretismo (al menos a nivel teológico).
Basta con recordar:
אנכי יהוה אלהיך אשר הוצאתיך
מארץ מצרים מבית עבדים לא יהיה־לך אלהים אחרים על־פני לא תעשה־לך פסל וכל־תמונה אשר
בשמים ממעל ואשר בארץ מתחת ואשר במים מתחת לארץ
“Yo soy Yãhwêh tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto,
de la casa de esclavitud: No tendrás
otros dioses delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo
que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de
la tierra“. (Éxodo 20:2-4).
Y también:
لا إله إلا الله محمد رسول
الله
La-ilaha-illallah, Muhammad rbsulu-llah
No hay más divinidad
que Alláh -Dios- y Muhammad es
su Enviado (esto es la “Shahada” o profesión de fe del Islam).
Es por la intolerancia de estos textos, que “ese dio” (Yãhwêh, Jehová, Alláh, Dios Padre, Dios Espíritu
Santo, Dios Hijo, y/o el Cristo, Jesús el semidiós y bastardo) no cabe en
el Paganismo, y no porque nuestra visión de las cosas lo excluya.
En el paganismo, no puede existir un “dios único”, un “Dios
de dioses” ni nada parecido. La mayoría de los panteones de las mitologías
ancestrales poseían uno o varios “dioses supremos”, pero con frecuencia estos
se alternaban o bien, se “comprendía” que tendrían un ciclo para luego dar paso
a una regencia diferente.
El mito de la caída de los titanes y el ascenso de Zeus en la religión griega o la
creencia en el Ragnarok, dentro de
la fe nórdica, deja en claro este aspecto.
Otro ejemplo de ello es el henoteísmo (del griego heis, henos = “un” -nunca “único”– y theos =
“dios”) de tipo cíclico, practicado como religión oficial en el Antiguo Egipto.
Debido a los milenios que perduró dicha cultura, la religión oficial cambió con
frecuencia de dios “supremo”, hasta incluso pretender que de él derivaban todas
las demás deidades. Pero esto sólo era un recurso de la realeza para validar su
derecho al trono (por lo general, el dios local de la ciudad donde la nueva
dinastía faraónica surgía, terminaba por ser el Imperial) y de las clases
sacerdotales para obtener, de ese modo, más poder. De manera opuesta y siempre
coherente, el pueblo y las clases no-gobernantes, mantuvieron el culto a una
pluralidad de dioses casi infinita, por más de 4,500 años.
2. Panteísmo: Al
mismo tiempo, se tenga o no como concepción filosófica racionalizada, el pagano
tiende a ser panteísta, ya que ve a lo divino en TODO (como dice el principio
hermético, “El Todo está en todo y todo
está en el Todo”) aunque este concepto le fue robado a corpus literario de
Ifá, que dice, “Todo está escrito en Ifá y en Ifa esta Todo”.
Pero hay que aclarar algo muy importante: A diferencia de
(por ejemplo) algunos grupos gnósticos cristianos, de los sufíes musulmanes o
de la filosofía Vedanta Advaita de India, no se trata de un “pan-theos” único,
de una UNIDAD, sino de la intuición de que los dioses están detrás y “en” todas
las cosas, o mejor aún: Los dioses son la Naturaleza en sí (incluidos nosotros
mismos).
El Panteísmo, suele concebirse como la idea de que existe un
ser absoluto e indiferenciado, que lo compenetra todo y que todo forma parte de
él (o de “Aquello” o Brahmán, como dicen la filosofía hindú).
La variante pagana es un tanto diferente: Vemos a “lo
divino” (esto puede ser a un aspecto de un dios particular, a ese dios en sí, a
un grupo de dioses o la manifestación de todos los dioses en general) detrás de
toda vida, de todo proceso del Cosmos; inmanente en todo acontecimiento y en
toda la Naturaleza en sí.
La ecuación Naturaleza = Lo Sagrado = Lo Divino, nos hace
panteístas sin que por ello creamos en una sola entidad fundamental o absoluta.
En la mayoría de las tradiciones
paganas, “lo absoluto”, es un estado original de Caos o un estado potencial
de la Existencia. Tal como era Nunel
“Océano Cósmico” en el Antiguo Egipto o la idea del Χάος (Caos, de la raíz proto-indoeuropea: ghen = “hueco” o
“abismal”) original, entre los griegos. No se trata entonces de un ser, sino de
un no-Ser, de una no-entidad. Por tanto, jamás ha recibido culto. (Descabelladamente se puede pensar en la no
materia o en la antimateria, pero científicamente este, puede ser el principio
del Todo, motivo por el cual no ha sido objeto de culto conocido.)
El Paganismo rechaza la idea de una deidad extra-cósmica, de
un ser ajeno al propio Universo. Con base en que el Cosmos es “Todo lo que ES”, que fuera de la
Totalidad no hay nada, se asume que los dioses son parte del mismo, que no son
ajenos a éste.
Siendo un sistema de creencias naturalista, no hay lugar
para deidades “inescrutables” o
inefables. Los dioses son la personificación de las fuerzas del Cosmos, de las
energías que dan origen a todas las cosas y que las conforman. Por tanto, todo
lo impregnan, todo es parte de ellos y ellos son parte de TODO.
Lo espiritual y divino, lo compenetra todo, pero los dioses
y diosas del Paganismo son “mensurables”, no siempre pueden ser comprendidos
enteramente, debido a que la mente humana es limitada, finita. Pero los mismos,
siempre son identificables, resultan evidentes ante una observación atenta de
la Naturaleza.
El pagano adora a la Naturaleza, por tanto no necesita tener
fe en sus dioses, porque la Naturaleza demuestra su existencia de manera
explícita, su realidad y trascendencia son evidentes.
3. Inmanencia:
Existen dos tipos básicos de religiones, partiendo de una categorización quizás
más importante que la diferencia básica entre monoteísmo y politeísmo.
Por un lado, tenemos a las creencias que plantean que la
Divinidad es trascendente. ¿Pero qué significa esto con exactitud?
Sencillamente que, Dios o los dioses están por fuera del Universo (o los
universos), que son extra-cósmicos y ajenos por completo a la Naturaleza, que
han creado a la misma y que, por tanto, el mundo natural no merece ser
sacralizado ni adorado. También, que los dioses son (por lo general)
preexistentes a la misma, sin haberse dado nunca una “teofanía” (o sea, un momento en que “apareciera” lo divino, que fuera creado o surgiera del caos o de
la nada). A esta noción, se la suele llamar TRASCENDENCIA y es completamente ajena al Paganismo bien entendido.
Por otro lado, están las creencias que vislumbran a los
dioses como parte inherente, inextricable e íntima de la Naturaleza, como
inmanentes en el Cosmos. En este caso, no tiene sentido pensar en algo “fuera”
del Cosmos, del Todo, de la Totalidad, porque si se establece que existen otros
universos, otros planos o dimensiones, se concluirá que no son más que
aspectos, hasta ese momento, desconocidos de la realidad cósmica. A esta
concepción, se la suele llamar INMANENCIA
y es una creencia profesada por la mayoría de las tradiciones paganas, desde
los comienzos de la historia hasta el presente.
De la creencia de que los dioses son inmanentes en el
Cosmos, deriva la sacralización de lo natural, en la divinización de cada
fuerza o principio de la Madre Naturaleza y, por lo tanto, en su culto. Este es un punto de irreconciliable
discrepancia, respecto de las
doctrinas de las “religiones reveladas”.
4. Animismo:
También está presente el animismo en casi toda tradición pagana. No obstante
existir un rango que va desde la creencia en “espíritus” temibles, insondables
o misteriosos -en el “tremendum”, de
algunas culturas primitivas-, pasando por el shamanismo, el manismo
(culto a los espíritus de los muertos) y el totemismo; las creencias en diversas clases de genios tutelares
(como los lares y penates romanos) y hasta las ideas elaboradas de ciertas
filosofías ocultistas, como las categorías de seres elementales de Paracelso, todos los paganos tienden a
creer que existen planos de la realidad no accesibles a los sentidos o al
empirismo “normal”.
Para los paganos, TODO tiene Vida, la vida lo compenetra
todo, no sólo lo orgánico. Incluso lo inorgánico, tiene un nacimiento, una
evolución y un final. Todas las cosas están hechas de energía, por tanto están “animadas” (del latín: ánima y este del griego: ánemos, “soplo”, por extensión:
“aliento” o “fuerza vital”).
Según la escuela o tradición, esta idea se interpreta de
diferentes formas: Ya sea a través del animismo natural o shamánico (que
postula que todas las cosas naturales tienen un “espíritu”); el manismo (culto
a los antepasados, que asume que todo está animado por los ancestros, es decir,
los seres que nos precedieron en la vida -muy extendido en las culturas nativas
del África y del Extremo Oriente); el moderno concepto de Gaia (que concibe a todo
el planeta como un ser viviente y “animado” en sí mismo), etc…
Del concepto animista, deriva la creencia de que TODO es
sagrado, toda vida es preciosa y toda cosa existente (al menos, en el mundo
natural) debe ser tratada con respeto.
Por supuesto, muchos dirán que el Panteísmo y el Animismo no
son excluyentes de las tradiciones paganas… Y tal cosa es verdad… Pero
perfilando el conjunto, puede establecerse una especie de “corpus” de creencias, que sin ser dogmas o “verdades sagradas” (los paganos no solemos creer en ninguna de
las dos cosas), a las cuales hay que aceptar para poder “ser pagano”, se
constituyen en tendencias generalizadas, que dan un claro esquema a nuestra
“religión” o mejor dicho, conjunto (o colectivo) de religiones y tradiciones.
5. El Espiritualismo:
Básicamente es la única diferencia fundamental que separa al Paganismo de las
visiones humanistas (de tipo materialista) de la Existencia y, por otro lado,
es un concepto que comparte con casi todas las demás religiones.
El mismo, no tiene nada que ver con el “espiritismo” (para algunos autores considerada como
religión fraudulenta, inventada en el siglo XIX por las hermanas Fox y Allan Kardec), la nigromancia o cualquier forma que postule
(supuestos) contactos con los difuntos.
Solo que para descontento de muchos, El Tarot corre con la
misma suerte. Sus orígenes datan al menos del siglo XIV. Las primeras
referencias al tarot aparecen en el siglo XV en Italia. La baraja más antigua
es el tarot del duque de Milán, Filippo María Visconti (1412-1447), hoy día en
la Biblioteca de la Universidad Yale. En donde supuestamente se despierta la
psiquis del intérprete, cuando son espíritus que se comunican con el médium
gracias a la ayuda de los gráficos.
(“Siendo claro, este
tema es para otro documento, solo diré que: El origen del tarot es oscuro. Tal
vez, se remonte, como otras cartas de juego, a los tiempos de los antiguos
egipcios, desde el momento que los estudiosos han reconocido los arcanos
mayores en los jeroglíficos. Por al contrario, otros estudiosos han hablado
acerca de notables semejanzas de las cartas de juego con los primeros juegos e
ídolos orientales. Por otra parte, no se puede excluir la edad media como la
cuna del tarot. No sabemos ni siquiera si los arcanos mayores, con sus dibujos
simbólicos y los arcanos menores, con sus bien conocidos cuatro palos, fueron
creados por separado y reunidos más tarde en una sola baraja, por cualquier
mente genial, o si, por el contrario, nacieron directamente como un mazo o
baraja de setenta y ocho cartas.”)
La idea es que, el plano de lo material, el conocimiento
accesible a nivel empírico, sólo es una parte de lo que realmente existe. Que
la totalidad de las cosas es más de lo que los sentidos pueden captar. No es
otra cosa que el asumir la limitación (epistemológica) de cualquier método
de estudio, comprensión o entendimiento.
En definitiva, la Realidad es más de lo que se puede
percibir, medir o comprender, lo que está más allá de lo físicamente
mensurable, pertenece al plano de lo espiritual o metafísico.
Para el pagano, la noción de la realidad de un “mundo espiritual” (o sea lo que está “más allá” de lo físico) surge naturalmente de ubicarse y
reconocerse como un ser limitado, incapaz de captar TODO con su psiquis y
facultades sensoriales.
Es bueno aclarar, que lo anterior no presupone la creencia
en cosas “paranormales” o
sobrenaturales, ni mucho menos, el abordaje de las pseudo-ciencias o las
supersticiones. Sólo implica la
aceptación de que nuestro conocimiento de la Realidad tal cual es, nunca será
total y que han de existir realidades y planos no accesibles a la cognición
humana.
En el corpus literario de Ifá africano dice; “nadie es dueño de la verdad absoluta, pues
no hay cabeza que pueda albergar la verdad que hay en el universo”. “cada quien
es dueño de su verdad”
6. La Dualidad:
Tal vez el dualismo sea uno de los puntos más significativos de todo el sistema
de creencias pagano. El mismo se presenta en varios aspectos dentro de la
apreciación de la realidad, los más importantes son la noción de un género
doble en todo proceso, evento o creación y el de la “polaridad”, en el sentido
de que todo tiene sus pares opuestos y que siempre (ambos extremos) son parte
de una misma cosa…
Como en todas sus demás creencias, el Paganismo tiene en
claro que los símbolos, estructuras y “modelos” que maneja son inherentes a la
propia naturaleza (humana y de los demás
seres tangibles que conviven con ella). Por esta razón, el pensar en que
todo en el Cosmos tiene dos géneros, es en cierta medida una proyección (antropomórfica). Pero, sin embargo, lo
que pueda haber de subjetivo en tal apreciación está relacionado sólo con la
“figuración” que se hace (con los
símbolos, los mitos y el lenguaje que se use para definirla), no con la
existencia (objetiva) de la dualidad
en sí misma.
Se tiende a pensar, que todas las cosas poseen una
naturaleza “masculina” y otra “femenina”. Nada es fecundo, nada se
crea, surge o manifiesta sin la participación de ambos géneros o aspectos de la
realidad. Ninguno es más significativo que el otro. Ambos son necesarios y primordiales
en todo el acontecer cósmico.
De esto surge, la obvia noción de dioses y diosas, la
necesidad de personificar a las fuerzas del Cosmos con ambos géneros (también los simbolismos de las “parejas” divinas y sus mitos maritales
y la copulación de éstos para fertilizar el mundo y crear la Vida).
No se niega una Unidad última en la esencia de las cosas,
pero dicha “unidad”, no se manifiesta en el Universo, está más allá de su
acontecer, no tiene ningún atributo o forma, no es un dios, mucho menos es “Dios”
(concepto del judeo-cristiano) sino
sólo el Caos indiferenciado y primal. Por esa razón, TODO lo universal, todo lo
fenoménico, es dual, tanto en su esencia como en su naturaleza.
Por otro lado, la dualidad se presenta en forma “polar” en
todo lo que existe. A cada característica, aspecto o atributo que una entidad o
cosa pueda tener, se le “opone” una proporcionalmente diferente.
En este punto, la diferencia RADICAL entre la visión pagana
y la de las religiones judeo-cristianas (entre
otras), surge de que en el primer caso, se acepta que “los polos” son sólo los extremos de un mismo espectro, las dos “puntas” de una misma línea. En ese
sentido, sirven para referenciar la realidad, pero no tienen existencia en sí
mismos, lo que realmente existe es una continuidad: No hay blanco ni negro, hay
una infinita variedad de grises, por poner sólo un ejemplo.
En el Paganismo, el
Bien y el Mal, la Luz y la Oscuridad, son dos caras de una misma cosa, no
pueden personificarse o concebirse la una sin la otra. Son sólo percepciones de
la mente. No existe ningún “camino hacia la luz” o “hacia las tinieblas”, no
existe ninguna “salvación” o “condenación”.
El único camino
válido es la moderación, el centro, el balance. Por lo que no se valoriza
un opuesto por sobre el otro. Como en la concepción china del Yin y el Yang, ambos polos son igualmente necesarios para el balance
universal. El volcarse hacia uno u otro extremo, es violentar la armonía
natural del Cosmos y por tanto una conducta indeseable, o un punto de vista
extremo, para la visión pagana.
7. Ctónicismo:
Ctónico es una palabra de origen griego (del griego antiguo χθόνιος -khthónios, “perteneciente a la tierra”, “de
tierra”). Es característico de TODA tradición pagana, una espiritualidad basada en la Tierra.
Esta es la clave, la piedra angular de todas ellas.
Ningún verdadero pagano será materialista al extremo de no
importarle la vida “interior”, de no
pensar en algún grado de trascendencia (aunque
sea impersonal o inmanente), y de descuidar los aspectos estéticos y éticos
de la vida. Sin embargo, los paganos no
hipotecamos esta vida, la presente y única de la cual tenemos constancia
fiel, por “reinos celestiales”,
lugares de preferencia en el Inframundo o tan siquiera la apoteosis (deificación
del propio ser).
Para el pagano, la religión, el culto a los dioses, es un
método para vivir mejor en esta tierra, para celebrar la vida y vivirla a
pleno. Jamás debe ser tomado como un medio de abstraerse de los problemas de la
vida o bien como una forma de escapismo o evasión. El Paganismo, no es una
religión para buscar salvadores o salvaciones; reinos espirituales o
celestiales, sino para buscar una vida digna, productiva, asertiva y con
sentido, aquí, en la Tierra, en medio de la Madre Naturaleza. La misma que nos
vio nacer y un día absorberá nuestros restos mortales.
En el sentido opuesto, tampoco vivimos como si lo único que
importara fuera el devenir de la supervivencia y el placer puramente
fisiológico. Aún en las tradiciones de la “mano
izquierda”, en donde el hedonismo es aceptado y valorado, no se trata de un
tipo de disfrute “animal”, sino más bien holístico,
en donde el placer intelectual no es menos importante que el sensual.
Así es que venimos a ser el “camino del medio”, entre los materialistas a ultranza, aquellos
que no le ven sentido alguno a la vida y los partidarios de futuras
redenciones, salvaciones, “ascensiones”
o reinos celestiales.
Todo pagano, sea cual
fuere su tradición, rinde culto a la Naturaleza y, principalmente, a la Tierra,
al suelo que le dio la vida, que le ofrece el alimento, que le permite vivir
sobre él y que un día recibirá a sus huesos o cenizas.
8. Anti-profetismo: Luego tenemos al tema de los “profetas”, “encarnaciones divinas” y afines. Es de notar que entre los paganos
siempre han existido nociones sobre dioses que “bajan” a la Tierra, que se encarnan, que se hacen pasar por algún
mortal, etc… (ver “Isis y Osiris”de Plutarco, “La Odisea” de Homero o la
“Metamorfosis” de Ovidio, por ejemplo…). Pero jamás se han dado
creencias paganas en donde un dios se “reduce”
o rebaja a la mortalidad en el sentido humano.
Los dioses del Olimpo, de Asgard o del Amenti,
podían hacerse pasar por humanos, interactuar con estos o incluso sufrir penurias
y hasta la muerte, pero seguían siendo dioses. Nunca personas físicas y
“supuestamente” históricas, que reclamaban para sí la condición de “deidades
salvadoras”.
Al mismo tiempo, entre los antiguos era común la creencia en
la apoteosis: Algún rey, emperador, sumo sacerdote o líder podría ser
considerado un dios, en todo el sentido de la palabra. Así tenemos a los
faraones egipcios, particularmente algunos como Amenofis III que se deificó en vida; a Alexandros III de Macedonia (Magno), quien se creía hijo de Zeus-Ammón; a los Incas, hijos de Inti (el Sol) y un largo etc…
Pero estos seres no pretendían ser “profetas” o “mesías”.
Representaban la Ley, el orden, el Estado, la civilización; eran poseedores de
la Ma’at, la verdad-orden-justicia (como
ocurría entre los reyes de Egipto), del Me, “la potencia divina”
(en el caso de los reyes mesopotámicos)
o de otros poderes similares.
No obstante, hay una diferencia categórica entre estos y los
“profetas” bíblicos (o coránicos), o bien los “avatares” de la new-age, de los teósofos u
orientalistas: No pretendían “revelar” nada a la Humanidad, no fundaban
religiones, no eran salvadores o redentores, no “perdonaban pecados” y, a su
muerte, pasaban a integrar el panteón divino de la cultura relacionada, sin mayores
legados (salvo los que, a través de sus vidas, legítimamente pudieran haber
generado, como fue el caso de Ramsés II
o Alejandro Magno).
Los paganos nunca tuvimos un “Christos”, un “Meshiaj”
o un “Rasul” (“apóstol” en árabe), en ninguna tradición.
Aquellos que adhieren a creencias en donde se maneja el mito
de un “dios víctima” (Dionisos,
Balder, Osiris, Adon, Atis, Mithra, etc…), representan una alegoría
cósmica, el ciclo del Sol, la Luna o los planetas (como Kukulcán/Venus, entre
los mayas) o agrícola: Por ejemplo Osiris,
“la vegetación”, que es muerto por Seth, el “desierto”, y resucita para lograr que el ciclo de la vida sea
perpetuo.
Algunos paganos, en especial los de la antigüedad, de seguro
tomaron “literalmente” estos mitos… En eso no se diferenciaban (a simple vista)
de lo que pudieran pensar los cristianos, por ejemplo. Pero hay una diferencia
fundamental: Los paganos modernos tomamos a los mitos como lo que son, la
representación de realidades trascendentes, no fenomenológicas ni históricas,
sino arquetípicas. En cuanto a los antiguos, podían creer literalmente en
ellos, pero jamás pretendieron que uno de los dioses nació, vivió y murió como
hombre y que en él había que depositar las esperanzas de “salvación”.
9. Individualismo:
Existen numerosas formas de definir la ética pagana. Algunos encuentran
práctico el asumir tanto la palabra sánscrita, como el concepto en sí (de origen hindú) de Karma, para definir la “Causa
y Efecto” y el hecho innegable que cada quien construye su propio destino,
a largo plazo. Otros preferirán hablar de retribución, de la “Ley de Tres” o incluso del “Destino” o la “Propiciación” de los Dioses, pero todo apunta a lo mismo: La propia responsabilidad.
El pagano NO CREE en el pecado, como un acto de transgresión
de alguna ley divina, cree en que hay cosas que le hacen bien y otras que le
hacen mal, obrando en consecuencia. También entiende que lo que es bueno o malo
para sí, es concomitante con el entorno, tiene un cierto grado de “resonancia” con el medio ambiente y si
no se es responsable con él, el perjuicio llega tanto a los que lo rodean, como
a él mismo.
El hacer lo correcto, el buscar el bienestar de otros seres,
no obedece, en el Paganismo, a ningún temor respecto de violar el mandato de
algún dios o a sufrir castigos o condenaciones a partir de ello. Tal tendencia,
deviene de la empatía que sentimos por otros seres, por el mundo y por nuestros
semejantes.
Aleister Crowley
no inventó nada al afirmar aquello de: “Haz
lo que quieras, ese será el todo de la Ley”, y la Rede Wicca tampoco, al acotar: “…mientras
no dañes a nadie”. Son intentos de decir lo mismo: “El único responsable de tu vida eres tú”, “Fíjate en lo que haces, porque el entorno te devolverá tus acciones”.
Esto lo entienden desde las tribus más primitivas, como los bosquimanos, hasta
las más sofisticadas escuelas de filosofía (paganas), pasando por todas las
tradiciones reconstruccionistas y neo-paganas (por lo menos, las serias y legítimas) que se conocen.
Pero el pagano que realmente lleva adelante su filosofía de
vida, va mucho más allá: Busca el areté
(autosuperación), el ejercicio pleno
de su propia voluntad. Busca controlar su destino, en la máxima medida de lo
posible, con el sólo límite de no avasallar los derechos de otros a llevar a cabo
el mismo objetivo.
10. Conservacionismo:
Sea cual fuere la idea de los dioses que cada tradición tenga, siempre existirá
un elemento emocional distintivo: El Amor por la Naturaleza. El culto a la
Tierra y a la Vida, la relación de reciprocidad entre “dar y recibir”. Pero no en el temeroso e ingenuo sentido de las
religiones bíblicas, sino en la consciencia de que la Naturaleza nos da TODO y
que debemos darle algo a cambio. Hoy en día, puede que ya no sean sacrificios
de sangre, que no están descartadas, pero sí ofrendas materiales o simbólicas;
dedicación, compromiso, agradecimiento y, sobre todo, CONSCIENCIA de ella y de
lo que le debemos.
El ritual, la ofrenda, se lleva a cabo con placer, incluso a
veces el mismo placer la constituye, ya que se celebra la Vida. Toda
abstinencia o restricción para el pagano será un “método” para lograr un fin claro y personal, nunca un fin en sí
mismo, jamás un “mandato divino”.
Como los griegos (tanto Solón de Atenas como el Oráculo de
Delfos) decían: μηδὲν ἄγαν / mêdén ágan = “Nada en exceso”… Esa puede ser una buena definición de nuestra
conducta, pero no por miedo al castigo divino, sino por amor a nuestra propia
vida y por el deseo de conservarla plena, sana y duradera.
De nuevo muchos dirán: “Pero
gran parte de los conservacionistas, ecologistas y cultores de la Tierra no son
paganos” y, de nuevo, será cierto. Pero, sí todos los paganos, de cualquier
época, latitud o etnia han adorado y adorarán a la Tierra, y todos aquellos que
están verdaderamente comprometidos con su religión, serán capaces de hacer todo
lo posible por preservarla, incluso llegando a dar su vida por ella.
Se objetará: “Han existido civilizaciones paganas que
causaron grandes catástrofes ecológicas y que no han tenido respeto por la
vida…” ¡Ciertamente…! La cultura Rapa
Nui (Isla de Pascua), los Mayas,
la Antigua Roma, etc… Pero no fueron “dogmas de fe”, sino el exceso de sus gobernantes, la carencia de
visión de sus líderes o la mezquindad de sus sacerdotes.
En cambio, las “religiones
reveladas” tienen por consigna, por dogma básico y primordial el “sojuzgar” a la Tierra, prácticamente
el “violarla” y tomar de ella lo que
al dios que adoran, o a sus representantes, les dé la gana.
Una cosa es el error, el exceso o la falta de previsión y
otra muy diferente la creencia sistémica, el dogma establecido como parámetro
conductual.
Recuerden: Dios los bendijo y les dijo: “Sed fecundos y multiplicaos. Llenad la tierra; sojuzgadla y tened
dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se
desplazan sobre la tierra”. (Génesis 1:28)
La diferencia está entonces en que, los paganos, como
humanos que somos, nos podemos equivocar, pero aquellos que siguen otro tipo de
religiones, como en el texto citado, ni siquiera tienen como normativa ética el
honrar y respetar al suelo que pisan.
11. Equilibrio y
Balance: El Paganismo es equilibrio… No
es “el camino de la luz”, ni tampoco es “el de las tinieblas (o la oscuridad)”.
Los paganos no basamos nuestras pautas conductuales en la
idea de un bien y un mala absoluto, porque no creemos en tales cosas. Para
nosotros, la virtud no es la “ausencia
de pecado” ni la base de la sabiduría “el
temor a Dios” (a ninguno). Sino
que la misma estriba en los antiguos ideales de nuestros ancestros: La Ma’at del Antiguo Egipto; las
virtudes expresadas en el Hávamál y
de otros Eddas y Sagas nórdicos; la kalokagathia (unión de “lo bueno, bello y verdadero”) de
los griegos; el Bushidõ del
Shintoísmo japonés y tantas otras pautas de sabiduría y sentido común que
fueron legadas por las antiguas culturas y civilizaciones.
También lo son, el legado que nos dejaron los pitagóricos,
neoplatónicos, estoicos, druidas, herméticos y muchas otras filosofías
ancestrales que perduraron, a pesar de la destrucción despiadada, sufrida por
el conocimiento del pasado.
El Paganismo es la
búsqueda del balance entre los opuestos, del equilibrio entre los extremos. Pondera la moderación,
pero no rehúye transitar los límites. Los paganos no profesamos “amor incondicional” ni nos molestamos
en guardar vanos rencores u odios estériles. De nuevo buscamos el sentido
común, lo natural, el justo medio.
No somos pacifistas a ultranza ni amamos la guerra; somos
guerreros, pero nuestro principal campo de batalla se da en nuestro ser
interior, nunca dañamos a nadie sin
justa causa, sólo por defensa propia (o de otros seres inocentes). La
victoria buscada es el areté, la virtud griega de superarnos a nosotros mismos,
de trascender las limitaciones.
Reflexión final a
modo de resumen sobre el Paganismo Moderno:
Estas, entre otras tantas cosas, definen a los verdaderos
paganos. Sin tomar a dichos conceptos como fundamentalistas o segregacionistas,
sino como una suerte de ensayo en pos de trazar una frontera, de marcar una
línea… ¡Pues hay que hacerlo!
No se puede vivir en la “nebulosa”
del absoluto eclecticismo. El mismo
es sano y útil cuando aúna nociones que se dieron per se, pero son compatibles.
Sin embargo, es una tendencia patológica cuando se trata de reconciliar lo
antagónico, lo que no puede ni debe mezclarse.
¿Por qué es tan importante definirse como “paganos” (o como
lo que uno sea en realidad)? Sencillamente, porque conocer y mostrar (a cada
paso de la vida) lo que uno es, es tan importante como serlo.
Ahora bien, estas definiciones son “abstractas” y
universales… Pero, ¿qué pasa entre los paganos “de carne y hueso”, del
Occidente y del presente? Es decir, NOSOTROS…
Ante todo hay que establecer una gradación, una suerte de
camino escalonado: TODOS, estamos en un sendero de re-descubrimiento. Incluso los wiccans y partidarios de otros
“neo-paganismos” que no se interesan en reconstruir, estudiar o investigar las
tradiciones del pasado, ni tampoco en sincronizar sus rituales y mitos con lo
que realmente creían nuestros ancestros remotos.
Es un gran fraude, “fakelore”
-en inglés: “falso folclore”– (no digo “mito” porque podría
malinterpretarse), la pretensión de que existió una continuidad en el
Paganismo. Sólo las tradiciones de algunas sociedades aborígenes han perdurado
ininterrumpidas (En Europa, sólo la etnia
o pueblo Sami –lapones-, conservan algún vestigio de su pasado pagano).
Confía en los dioses, cumple tu destino, mantén el balance,
deja tu marca, respeta a lo viviente, haz tu voluntad… Tal es la naturaleza del
camino pagano.
Sin embargo, también es cierto que el Paganismo nunca murió,
nunca fue olvidado del todo, porque se trata de la religión natural, de lo que
emana de lo más profundo de la mente y el espíritu humano.
Las “revelaciones”, sus iglesias, sus “salvadores” y
“profetas”, han podido diezmar a nuestros templos, al culto de los dioses y las
viejas y sagradas tradiciones; han podido robar y desvirtuar las celebraciones
y los ritos. Pero, como con acierto se ha dicho en muchas ocasiones, aún en las
religiones institucionales y hegemónicas, que han buscado la destrucción total
de nuestras creencias, existen vestigios de mitos, rituales y formas del
paganismo ancestral.
El Paganismo fue la primera religión del Hombre, aquello en
lo que creyó el primer homínido hace decenas o centenas de miles de años,
cuando por primera vez vio los cielos y sus astros, a la Tierra y sus paisajes,
con admiración, temor y devoción (animismo);
cuando comenzó a recordar a sus
ancestros con respeto, cariño y nostalgia (manismo), cuando se organizó en clanes y tribus (totemismo); cuando se percató de la
relación entre las fuerzas naturales y el acontecer de su vida diaria (politeísmo) y, sin duda, será la última
que exista, cuando el postrero ejemplar de nuestra especie, antes de desaparecer,
mire la tierra o los cielos fascinado por sus portentosas fuerzas y sus ciclos
eternos.
Los “episodios” de religiones reveladas, fundadas por
“profetas”, gurúes y los movimientos místicos de los últimos siglos, son sólo
“segundos” en el tiempo de la historia religiosa del Hombre. Son lo que un
parpadeo es a la vida del ojo…
El Paganismo “durmió” durante siglos en las artes, la
música, en el teatro y la misma Ciencia. Vivió por siglos en oscuros rincones,
en libros olvidados, en fórmulas rituales ya no comprendidas…
Cuando un artista pone toda su capacidad de creación en la
búsqueda de su “obra”, está celebrando la Vida de la misma forma en que lo
hacían los antiguos… Esto se ve desde el Renacimiento, con Leonardo o Galileo,
en Shakespeare o en Mozart y desde allí hasta nosotros, en todas partes; en
Dalí, el surrealismo, el Rock & Roll; en los deportes olímpicos, la
arquitectura…
Del mismo modo, cuando un astrónomo mira contemplativamente
los cielos, quizás no piense en nuestros dioses, pero rinde culto al Universo
de manera similar a los antiguos sacerdotes mayas, persas o babilonios. Los
ejemplos podrían seguir indefinidamente…
El Paganismo es al mismo tiempo armonía total con la
Naturaleza y rebelión sin tregua contra las imposturas, frente a los tabúes y
prejuicios de los poderes dominantes. Es completa responsabilidad y absoluta
libertad.
El Paganismo no es para los que se conforman con lo que les
fue enseñado, sino para quienes salen a buscar, para quienes quieren “conocerse a sí mismos” (γνῶθι σεαυτόν, como decía Sócrates y los
sacerdotes de Delfos aconsejaban).
Pero, debemos entender que hay un proceso gradual de
redescubrimiento… Nadie, en nuestra generación (salvo casos contados y muy particulares), nació “pagano”. Por eso,
quienes llevamos muchos años en este camino, no debemos condenar las mixturas
propias de la inexperiencia, los ensayos eclécticos “piadosos” o “temerosos”
que algunos hacen, ya sea por temor a la “condenación” (que se arrastra por años, si fuimos criados como creyentes cristianos);
por no comprender la majestuosidad del culto a la Naturaleza y de los antiguos
panteones divinos o por el mero hecho de que se abordó el Paganismo por estar
disconforme con la religión natal, sin saber, en realidad, de que se trataba
todo esto…
Lo que no es lícito, lo que no podemos permitir quienes
estamos comprometidos con la defensa de nuestras creencias, con el
redescubrimiento del legado ancestral y, en definitiva, con la fidelidad a los
dioses, es que auto-proclamados “iniciados”, “adeptos”, maestros o lo que
fuere, quieran inventar un “paganismo” a su medida y descartar lo que no cuadra
con sus peculiares creencias.
El Paganismo requiere muchos años de estudio y “descontaminación” de las creencias
inculcadas en la niñez, para que alguien, luego de ello, se proponga enseñar y,
tal vez, ser un “maestro” no para
los demás, un maestro para sí mismo, pues no se vale vanagloriarse so pena de
equivocarse y no ser capaz de reconocerlo.
De la misma manera, no es aceptable que quienes todavía
creen en Cristo, en la Biblia, en Yãhwêh, Alláh, etc… nos vengan a cuestionar,
como “intolerantes”, dogmáticos o lo
que fuere, por ser coherentes con nuestras creencias. Si bien se debe asumir,
comprender y recordar, que cada quien necesita un proceso de “paganización”, si es que cabe el
término, del mismo modo es preciso trazar esa línea, antes aludida.
No es igual creer en “Dios” que ser pagano, no se puede
pensar en Jesús de Nazaret como un “maestro” a seguir y transitar el sendero de
los antiguos dioses. No es válido, tratar de mezclar lo que es irreconciliable.
¿Por qué querer
redefinir la terminología para tratar de cuadrar dentro de lo que no somos?
Los paganos no creemos que ninguna religión sea falsa o
ilegítima, en tanto sea sincera y seria. No pretendemos ser mejores de manera
apriorística, no creemos ser dueños de la Verdad o transitar el único camino
válido. Por tanto, si hay cristianos que quieren buscar alguna enseñanza o
aporte entre nuestras tradiciones, ¡bienvenidos sean! Pero, por favor, no nos
quieran convencer que son lo que no son, ni se ofendan con nosotros por
señalarles la realidad. Tampoco pretendan cambiar la realidad e invertir los
valores o el significado de las cosas.
Cada quien tiene un camino que seguir, el nuestro es el
Paganismo (sea cual sea la tradición que
se adopte, o aún en el caso de que esa palabra no sea la apropiada para
definirnos).
En síntesis, en un principio “pagano” era equivalente a
“campesino”, hoy en día quiere decir mucho más que eso. Paganismo es equivalente
a la devoción hacia la Madre Tierra y la Naturaleza, así como el culto a los
ancestros y las formas primordiales de la Religión.-
Si alguna vez “pagano” fue un término despectivo, ahora debe
ser sinónimo de seres orgullosos, que tratan de rescatar las antiguas
tradiciones del olvido, que quieren redescubrir la espiritualidad basada en la
Tierra, que es la Madre de todos. Vale decir, paganismo significa lo que SOMOS,
¡recordémoslo siempre!
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2000/LSRR
Sacerdote Mayor de:
Tradiciones Indo-Europeas
en México
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Paganismo